LOS PRINCIPIOS DE LA "MASONERÍA PURA"
(1820)
La persecución contra los masones se
inscribe dentro de la historia de la intolerancia y de la persecución
de los herejes y heterodoxos. Ni siquiera los nuevos aires renovadores
de la Ilustración dieciochesca o las conquistas realizadas en los años
de la Revolución
mitigaron, antes al contrario, la "manía persecutoria" contra quienes
se inclinaban por la práctica de unas ideas o unas costumbres
condenadas por la Iglesia o por los príncipes.
El año 1820 es un momento
clave en la historia de la masonería española. Mientras la masonería
había sido una asociación filantrópica o "sociedad secreta", conocida
muy nebulosamente por los distintos sectores de la sociedad, a partir
de 1820, por su actuación y sus diferentes vinculaciones políticas, la
imagen era otra diversa. Por esta razón es importante distinguir la
masonería de antes y después de 1820. Mientras los viejos masones
permanecían celosos de sus ideas filantrópicas y seguían luchando por
conseguir" una "masonería pura", una nueva generación de masones solo
pensaban en aprovecharse de la situación en beneficio propio; eran
"hermanos falsos" sin escrúpulos que utilizaban la institución como
medro personal.
El término de "masonería
pura", o, por así decir, ortodoxa, se encuentra en una famosa
exposición anónima a Fernando VII que se conserva en el Archivo de
Palacio ("Papeles Reservados", tomo 67, núm. 25); "la masonería pura,
de que tan mal se ha hablado, por no conocerla y confundirla con las
sectas, y que tantos bienes ha hecho a los hombres en todos los
siglos, es el único medio de trabajar útilmente en favor del Rey, de
su familia y de la religión". Abominan sus partidarios tanto de los
fanáticos liberales como de los realistas y, por supuesto, de los
masones heterodoxos.
En general, estas ideas de la
"masonería pura" eran las sostenidas por los auténticos masones, cuyo
espíritu de virtud, filantropía y fraternidad pesaban fundamentalmente
en su conciencia y en sus intenciones. A la altura de 1820, su
ideología masónica se correspondía con los hombres "ilustrados" de una
generación anterior. La masonería verdadera estaba apoyada en la
virtud y en la condición de practicarla.
El compromiso político por
parte de un amplio sector de los masones hizo que, andando el tiempo,
éstos pasaran de ser perseguidos ideológicamente a serlo política,
física y corporalmente ¿Cuáles fueron las razones contemporáneas de
aquella persecución? Justo en el año 1820 veía la luz un libro breve
con el título de Examen crítico de las causas de la persecución que
han experimentado los Francmasones, y explicación de las bulas de los
Sumos Pontífices Clemente XII y Benedicto XIV, que respondía a los
argumentos de aquella persecución, rebatiendo sus cargos y denunciando
a sus responsables directos.
La obra, que estaba escrita
desde el punto de vista de la "masonería pura", define a los
francmasones como "unos hombres reunidos en sociedad con el objeto de
elevar un templo a la virtud y de fabricar calabozos para el vicio".
El fin principal de la asociación era el del "mutuo socorro que deben
prestarse unos hermanos a otros en todos los trances y sucesos
desventurados de la vida". En lo concerniente a la tan achacada
participación política de los miembros de la sociedad señalaba que “es
indispensable repetirlo: jamás en ninguna parte se han ocupado los
masones de cosas de política ni de religión”. El opúsculo parte de la
base de que "después del respeto por la religión, no hay cosa más
rigurosamente observada que la sumisión y obediencia al gobierno
establecido, cualquiera que sea"… "Los sitios donde se reúnen se
llaman logias, y durante todo el tiempo que permanecen en ellas,
desaparece toda distinción mundana. Allí no sirve de nada la elevación
de clase ni los distintivos heredados o adquiridos" (pág. 51).
El problema fue que con la
llegada de Riego a Madrid y los sucesos de septiembre de 1820 los
nuevos jóvenes liberales se hicieron prácticamente con la dirección de
la masonería, negándose a readmitir como Gran Maestre al viejo y
moderado conde de Montijo. Este sería el comienzo precisamente de la
desviación definitiva entre los partidarios de la "masonería pura" y
de los comprometidos políticamente, que fueron los hombres del
trienio. Los primeros eran de tendencias políticas moderadas cuyas
ideas eran contrarias a la de los liberales pero también a la de los
fanáticos realistas. Su pensamiento se halla reflejado en una obra
anónima titulada Historia de la masonería, escrita en 1821 ó
1822 que se encuentra en el Archivo de Palacio de Madrid y que muestra
los deseos de colaboración leal de aquellos hombres con el Gobierno
constitucional. Al igual que el Examen crítico, es una defensa
de la institución masónica aunque le diferencia su intención
colaboracionista con un programa de moderación.
En suma, las tendencias
masónicas en torno a 1820 se pueden resumir en dos posturas: la de
quienes creían en una masonería con fines básicamente filantrópicos, y
la de aquellos que veían a la institución constituida por personas
interesadas en otros fines más políticos.
Algunos títulos de obras
aparecidas en español con anterioridad a 1820, y siempre con un
carácter absolutamente estridente a favor o en contra de la
institución son los siguientes: Manifiesto de lo que no ha hecho el
conde de Montijo, escrito para desengaño y confusión de los que de
buena o mala fe le dicen autor de sediciones que no ha hecho ni podido
hacer, Cádiz, 1810. Origen de los francmasones. Sus ridículas
ceremonias y declaración de las cifras, señales y tocamientos que usan
para conocerse, ilustrado con oportunas notas para utilidad de los
fieles, por un sacerdote malagueño, Málaga. Impr. Martínez, 1812.
¿Hay o no hay francmasones?, Cádiz, Imp. Vda. de Comes, 1812.
Reflexiones sobre la conducta de los francmasones. Notas sobre el
origen de los francmasones; notas de las ceremonias francmasónicas y
explicación de láminas, Málaga, 1812. C. N. Reflexiones
imparciales sobre la
Francmasonería, Filadelfia,
1818.
Entre los títulos posteriores
a 1820: F. B. L. T. R., La sociedad de los francmasones sostenida
contra las falsas preocupaciones por el solo aspecto de la verdad;
obra dedicada a las gentes juiciosas por el amante de
la Orden,
Madrid, Impr. del Censor, 1821. La antorcha del francmasón dividida
en dos partes, Burdeos, 1822. Sueño masónico, La Habana,
también Madrid, Impr. del Indicador, 1822.
Centrándonos en el Examen
crítico de las causas de la persecución que han experimentado los
francmasones, de 1820, cabe decir que considerada como los grandes
enemigos "a la autoridad suprema de la Iglesia, el poder de los reyes,
la maledicencia de los escritores, el influjo del púlpito, las cábalas
religiosas y, finalmente, las tremendas arterias de la Inquisición,
todo a un tiempo ha conspirado durante un siglo a oprimir y exterminar
unos seres de quienes todo se ignoraba, y a los cuales todo se
suponía", de modo que ya a finales del siglo XVIII se generalizó entre
los enemigos de la institución la tesis del "complot
masónico-revolucionario" que, en el caso de España, ha llegado a
nuestros días. En opinión del Examen crítico, la actitud de las
gentes vulgares es contraria a la institución, bien por su ignorancia
o bien por el envenenamiento de que han sido víctimas por parte de
quienes no han hecho otra cosa que calumniar la masonería.
El autor es tajante al negar
toda participación de la institución en conspiraciones: "Verdad es que
ninguno ha probado, ni con hechos históricos ni siquiera con indicios
probables, que se haya nunca tramado alguna conspiración en ninguna
logia masónica. También lo es que no se ha verificado ni siquiera la
sospecha fundada de que algún conspirador se haya valido del título de
masón para consumar sus designios”. Ello es una inculpación infundada
y falsa lanzada por los ministros de los déspotas, los predicadores
pagados por éstos, los periodistas asalariados y sobre todo los
palaciegos ansiosos. La postura del autor del Examen crítico es
clara a la hora de negar toda participación conspiratoria por parte de
los masones. Pero advierte que los conspiradores, "en la rigurosa
aceptación de la palabra, sólo son aquellos que maquinan contra el
gobierno legal, justo y constituido. Pero los que conspiran contra un
gobierno arbitrario, inicuo y detestado de la nación, con el objeto de
que se destierren los abusos y se reformen los males, éstos no son
conspiradores sino bienhechores del Estado y de la humanidad". Hecha
esta aseveración tan rotunda, matiza su postura señalando que "es lo
cierto que semejante instituto, ni ahora ni nunca ha tenido por objeto
el trastorno de los gobiernos buenos o malos, sino una perfecta
obediencia a las leyes del país y una suma veneración y respeto a las
autoridades locales". Según la tesis defendida por el autor del
Examen crítico de las causas de la persecución que han experimentado
los francmasones, la conducta de los masones ha sido igualmente
moderada en los países libres que en los esclavos, "la misma cuando
han gozado de la protección del gobierno que cuando han sido
perseguidos y atormentados por él". Su comportamiento y actuación han
sido los mismos en Inglaterra que en España, en Francia que en
Portugal, en Alemania que en Holanda, pues sus leyes, sus usos y sus
ceremonias son los mismos en todos los países. En cada una de sus
logias, además, "el primero y principal precepto que se impone es el
de no mezclarse jamás en cosas de política ni de religión".
En España, la reacción
eclesiástica frente a la masonería tiene por base las inculpaciones
que lanzaron injustamente dos clérigos: el abate Barruel y el jesuita
Hervás y Panduro. El opúsculo en defensa de la masonería dice que "lo
sensible es que dos eclesiásticos aficionados a las letras… tomaron
por empeño denigrar a los filósofos y profanar los más bellos nombres
de la literatura".
El abate Barruel, ex jesuita,
es considerado por la historiografía como el padre de la literatura
antimasónica. Sus Mémoires por servir a l'histoire du Jacobinisme
(Londres, 1797) constituyen su obra fundamental, que adquirió una
rapidísima difusión. Según el Examen crítico, el abate Barruel,
fue "un verdadero fanático, un hombre intolerante y un eclesiástico
muy díscolo" que en unas "pesadísimas reflexiones" tituladas
Conspiración de los sofistas de la impiedad contra
la Religión y el Estado
había escrito una obra "indigesta, insulsa y llena de supersticiones
frías y sin objeto, debiéndose leer su obra con espíritu de compasión,
disculpando sus arrebatos de cólera y su furor de partido". Barruel se
empeña en ir escogiendo todo lo más horrible y atroz que puede
encontrar en las diferentes épocas para atribuírselo todo a los
masones. A juicio del autor del Examen crítico, el abate, como
un escritor de partido "no halla reparos en abrazar cualquier cosa,
por desesperada que sea, ni en adoptar cualquiera opinión, aunque sea
la más extravagante y desatinada". No obstante, se le dedicaban a
Barruel algunas loas al distinguir entre la masonería inglesa o
anglosajona, a la que alaba, y la francesa, según él la herética y
abominable. El mismo habla de que fue iniciado masón en la primera sin
encontrar nada que fuera contrario al honor y la religión. Comentando
sus referencias sobre el particular, el autor del Examen crítico señala:
"Celebro hallar algo que aplaudir en el abate Barruel,
puesto que esta prueba que da de su gratitud demuestra que aunque su
cabeza se halla trastornada, a lo menos su corazón no ha cerrado la
puerta a todas sus virtudes".
Respecto a las críticas de Hervás y Panduro, el Examen crítico dice que es otro de los
escritores que más han intentado alarmar los ánimos contra el
instituto masónico por medio de su obra: Causas de la revolución de
Francia en el año de 1789 y medios de que se han valido para
efectuarla los enemigos de
la Religión y del Estado
inundando al lector con una "erudición hedionda". “Por desgracia este
señor don Lorenzo era jesuita, y en calidad de tal incide en la manía
de atribuir todas las desgracias que ha padecido el mundo a la
extinción de la Compañía”.
En las páginas del Examen
crítico de las causas de la persecución que han experimentado los
francmasones se alude también a "otro escrito muy conocido en
España" por la traducción que de él hizo fray Josef Torrubia, con el
título de Centinela contra los francmasones publicada en Madrid
en 1815 con el título de Historia cierta de la secta de los
francmasones, su origen, doctrina y máximas.
La última parte del opúsculo
está dedicada a rebatir las bulas de los papas, señalando que espera
hacer ver que no hubo en la constitución de Clemente XII ningún motivo
legalmente probado para condenar a los francmasones, y que aun cuando
Benedicto XIV quiso suplir esta verdadera nulidad no le fue posible
conseguirlo. A la bula In Eminenti se le achaca la falta
absoluta de noticias con que se hallaba el Papa, no sólo de lo que
eran los masones, sino hasta de su existencia. Otra pregunta que
plantea el opúsculo es la de: "¿Quién ha visto jamás tratarse y
decidirse un asunto tan serio con datos tan poco fijos, con relaciones
tan inexactas, y con una vacilación tan patente y manifiesta?". La
conclusión al respecto no es otra que la de la injusticia de la
condena, manifiesta en su ligereza, en su pavorosa incertidumbre, en
la imprecisión del lenguaje y en su arbitrariedad.
La Historia
de la masonería del Archivo
de Palacio señala que las logias quedaron extinguidas con el regreso
de Fernando VII y el restablecimiento de la Inquisición, pero que
inmediatamente después la masonería gaditana fue reconstituida con
miembros "viejos" que habían participado en la constitución de 1812 y
con otros "nuevos" que formaban parte del ejército. Durante el sexenio
absoluto, numerosas personas se afiliaron a las logias con la doble
intención de oponerse al yugo del absolutismo y la intolerancia
teocrática, así como restablecer la constitución. El Gran Oriente se
constituye hacia 1816, y a partir de entonces las logias intervienen
progresivamente en los intentos conspiratorios contra el régimen. En
suma, cuando en 1820 ve la luz el Examen crítico de las causas de
la persecución que han experimentado los francmasones, una nueva
época parecía abrirse. Sin embargo, los masones ponían todas sus
esperanzas guiados por intereses distintos en el nuevo régimen.
Extractado de: Manuel Moreno Alonso
(Colegio Español de Londres), “La lucha contra los masones en España
hacia 1820. Razones contemporáneas de una persecución” en J. A. Ferrer Benimeli (coord.) La Masonería en la Historia de España. Actas del
I Symposium de Metodología aplicada a la Historia de la Masonería
Española, Zaragoza, 1985, pp. 41-53.
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